Con Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero (Morges, Suiza 1796 - Sevilla, 1877), nace la novela realista española. La publicación de su obra La Gaviota (1849) inicia un ciclo narrativo que abrirá el paso a la gran novela española de la segunda mitad del siglo XIX. Clemencia (1852) y La familia de Alvareda (1856) representan también la nueva andadura de la novela española, elaborada a base de caracteres, costumbres y ambientes propios y actuales, sin tener que acudir o recurrir a reconstrucciones de un pasado lejano o a exóticos y lejanos escenarios.
El breve ensayo sobre el Alcázar sevillano (La Andalucía, 1862), descriptivo, anecdótico y de algún modo historicista (por más que la autora reniegue de esa actitud en beneficio del impresionismo gráfico), salió a la luz en 1863, un lustro antes de la Septembrina o Gloriosa, revolución que destronó a Isabel II. Fue un año luctuoso para la novelista, al fallecer, por suicidio, su marido, que la dejó sumida en graves problemas económicos. La reina Isabel y, sobre todo, los duques de Montpensier, le ofrecieron una vivienda, precisamente, en el Patio de las Banderas del Alcázar, donde residió varios años, situación que sin duda explica el gran conocimiento que demuestra tener de este majestuoso palacio real, conjunto monumental de orígenes nazarí, almohade y cristiano.
No debe ser casual que la autora de La Gaviota adule abiertamente, en esta narración, al teniente de alcaide de aquella residencia real. La bonanza fue circunstancial pues a poco hubo de mudarse a causa de que la casa fue, junto a otras, puesta en venta. El estilo narrativo, sencillo y a veces -en un acto consciente- ingenuo de la novelista se alía al imán de la amenidad y al costumbrismo decimonónico.