No conozco obra que abarque la totalidad de nuestra Edad Media en sus diversas manifestaciones. Apenas existen trabajos parciales, menos en cuanto á lo reducido de sus horizontes, que en cuanto á lo apasionado de sus juicios. Urge un alto examen que comprenda el movimiento de Castilla, Aragón y demás antiguos Estados españoles, relacionándole con el movimiento general del mundo. Á tal propósito responden estas páginas, cuyo mérito, si alguno tienen, consiste en la novedad de su método y en la rectitud de su crítica, aparte la paciencia con que desde hace años vine escribiéndolas, y la galantería con que respetabilísimos lectores de las que publiqué me animan á coleccionarlas. Hay entre nosotros quien pasa por autor insigne, y sólo merece nombre de plagiario. Hay quien aguarda para afirmar ó negar la existencia del Cid, á que la afirme ó niegue algún Monsieur, Herr ó Mister. Yo, que únicamente de niño gasté andadores, menos, en honra de mi país, había de gastarlos ahora. Arrancando del principio de que nada refleja á un pueblo como sus leyes y sus letras, estudié un poco nuestra legislación y nuestra literatura medioevales. Claro que antes de llegar á un oasis hube de cruzar veinte desiertos. Pero cada hecho ó indicio hallado alzóse firme columna sobre que fijar la techumbre, quedando sus vacíos á la intuición de la fantasía. Para que ésta no divagara, dando por cierto lo que apenas fuera verosímil, estudié otro poco en archivos y bibliotecas; labor de raciocinio, análisis minucioso tras investigación honda, que me llevara á imparcial síntesis tanto más libre de lo sectario cuanto más inspirada en lo apostólico.