El protagonista, Severin von Kusiemski, cuenta la historia de su relación con Wanda von Dunajew al narrador de la historia, después de que este, a su vez, le contase su conversación en sueños con una Venus cubierta de pieles, posiblemente inspirada por el cuadro colgado en el despacho de Severin, que retrata a esta Venus y su sirviente. Severin cuenta cómo se había enamorado de una mujer, Wanda von Dunajew, a la que extorsiona para conseguir que lo trate como su esclavo, en formas cada vez más humillantes: «El dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa». Wanda, enamorada aunque reticente, acepta su petición: «Tengo miedo de no poderlo hacer; pero lo ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno». Severin describe sus sensaciones durante esta etapa como «suprasensuales». Llaman la atención los detalles fetichistas, como la vestimenta de cuero o piel asociada a la dominación, e incluso la firma de un contrato de sumisión. Por otro lado, Severin convence a Wanda para que le sea infiel, pues considera que no hay castigo mayor para un hombre que ese. La relación toca a su fin cuando en una de sus infidelidades Wanda encuentra un hombre por el cual le gustaría dejarse dominar.