En nuestro diario vivir nos ocupamos, pero no escuchamos. No solo no escuchamos a la gente que tenemos a nuestro alrededor, sino que tampoco nos escuchamos a nosotros mismo.
Incluso, estando solos, procuramos hacer actividades diversas que nos mantengan ocupados. Y es que tenemos miedo de estar solos con nuestros pensamientos y con lo que estos nos hacen sentir.
Cualquier cosa es buena con tal de no escucharnos, de no escuchar a nuestra voz interior, a nuestro maestro tan sabio que nos guía, si se lo permitimos.
Muchos llaman a esta voz, la consciencia. No importa lo que creas que es, pero está allí, para ayudarnos cuando lo necesitamos, para guiarnos en nuestro diario andar, para favorecernos en situaciones difíciles.
Es por ello la importancia de callar la mente y abrir tu corazón. Yo he aprendido a escuchar esos susurros dulces, tenues, que solo puedo escuchar si estoy calmada, serena y en paz.
Quiero compartir con ustedes esas conversaciones internas que ya no quiero callar y que mi alma necesita liberar.