Debemos leer esta historia como si cada página pudiera ser un comienzo, de manera individual o encadenada, no como un libro de poesía común que de por si ya es un género que leemos poco. Debemos ser capaces de alejarnos, estar solos sin hacer nada, una capacidad que se ha ido perdiendo, la inacción. Acostumbrar a los sentidos a no percibir lo desagradable y a dedicarle tiempo a las pequeñas cosas, como un halago térmico.
Hay que vivir para pensar que tener buena letra es un gesto de cortesía. Hay que vivir para pensar, y a veces escribir mal, sin seguir un orden exterior con un desorden inmanente y autónomo.
Raspamos el tarro de la imaginación y encontramos cosas viejas, y con una ingenuidad propia del olvido, las damos por nuevas y nos olvidamos de nuestras ideas, que en el fondo son más o menos las mismas.
Recorrer la mente es recorrer un enorme terreno, y en nuestra ayuda acude el olvido. Las cosas que han estado ahí desde siempre...