Creo que Nilia me ayudó a entender una parte de mí mismo que aún hoy escapa a mi comprensión. Por eso, y por otra razón que ya mencioné, la observé con tanto interés. Me he sentido muy perdido en demasiadas ocasiones en el transcurso de un lapso de tiempo imposible de medir. Jamás he tenido una guía, alguien que me mostrara el camino, que me indicara qué hacer. Y ahí estaba ella, condenada a lo contrario, a obedecer, a seguir las directrices de otro.
Su rebeldía me confundió. Yo anhelaba conocer mi destino en lugar de buscarlo. Quería que alguien me explicara cuál era mi cometido, para cumplirlo, sin más, para poder realizarlo sin pensar en si erraba o no. Ansiaba liberarme de mí mismo.
Nilia no podía ser más diferente. Así que la estudié, y aprendí. Ahora me cuestiono el valor de las enseñanzas que extraje de ella. Culpa mía, sin la menor duda, dado que comprender a otros no es una de mis cualidades, pero hay algo que me quedó muy claro: si alguna vez ha existido un espíritu libre, ese es el de Nilia.