En una fría noche de 1835, una mujer sale del orfanato de Londres donde trabaja. Otra mujer le da alcance, y le pregunta por el nombre de uno de los internos: su hijo. Con el tiempo, la identidad de Walter Wilding originará un intrincado juego de ambigüedades, pues no siempre existe una clara correspondencia entre los nombres y las personas a las que designan.