La leyenda reza que un campo de estrellas, «campus stellae» en latín, marcó a un pastor el lugar en el que se hallaba enterrado el apóstol Santiago. Desde entonces, y han pasado doce siglos, centenares de miles de peregrinos han acudido a la ciudad homónima. Lejos de remitir, la afluencia de caminantes, ciclistas o caballistas, que de todo hay, sigue creciendo. El Camino Francés, que se inicia desde Saint Jean Pied de Port o Roncesvalles, es el más transitado y cubre una distancia cercana a los 800 kilómetros. No es la única opción. El fervor jacobeo ha generado a lo largo de la Historia distintas rutas que aún perviven: el Camino Aragonés, el Camino del Norte, el Camino Primitivo, la Vía de la Plata, el Camino Sanabrés y el Camino Portugués. El trayecto de todas ellas no es tan suave y fácil como el de un paseo dominical, ni tan duro y arriesgado como un raid de aventura por el desierto.