Había una vez un caballero de célebre estirpe, de nombre Ruodlieb, que adornaba su nobleza de cuna con su carácter natural.
El Cantar de Ruodlieb recrea un mundo ya perdido, una época de caballeros andantes, espadas, feudos, vasallajes, aldeas cenagosas, danzas de la muerte y sombríos Cristos de la Cruz en cada iglesia prerrománica. Leer el Ruodlieb es recuperar ese aliento épico de la Edad Oscura,