La primera vez que pude saborear algún escrito tuyo, recuerdo que provocaste que mis ojos se quedaran como perdidos dentro de tus palabras y que sintiera que me invitabas a ir, contigo, hasta tu sofá, un rato antes de apagar las luces, para dejar que me contaras lo mejor que tuvo aquel día.
Desde entonces, he estado acudiendo, cada uno de mis días, a tu lado, esperando que me los contaras.
La primera vez que me hablaste de ti, de él, de ellas o de ellos, competías por demostrarme, al igual que haces en cualquiera de tus aficiones, que nunca necesitarás de la motivación de nadie para sentir y expresar lo que ves desde tu alma. Por eso, sé que nada podrá impedirte dar a luz cualquiera de esos instantes que compones, con tu suave, cercana y emotiva prosa, delante de la pantalla de tu ordenador. Mostrándonos todo lo que nos cuentas con esa sutil ironía que, siempre, usas para hablar sin molestar.
¡Y, de ese modo, cautivarnos!
La primera vez que, después de leerte, pensé; "maravilloso", me hiciste exprimir aquellos renglones, una y otra vez, como si fueran cualquiera de esos limones con los que decoras tu casa. Y el temblor de esa visión tuvo que tener algo de culpa de que, a partir de ese instante, más que decirme las cosas, me las hayas ido contando.
Por aquel entonces, ya llevarías casi un año escribiéndonos.
La primera vez que te hablé de crear algún libro con todo lo que ibas escribiendo, intuí que te entró algo de pánico y que, por eso, solo alcanzaste a pulsar un tímido "me gusta" en aquel comentario, que pareció inoportuno, del Facebook.
La primera vez que presentí que un dolor te hizo quejarte, aunque solo fuera en alguno de tus renglones, supe que habías hallado el remedio del afecto, el cariño y el consuelo de tus amigos del Facebook. Y, desde entonces, nunca más ha tenido razón para una queja.
La primera vez que sentiste; "quiero envejecer a su lado", supe que, ni siquiera, te atreverías a decírselo. Y que preferías contárnoslo a nosotros.
Así hemos ido yendo, tú, yo o nosotros, como si de una primera vez se tratara, a nuestro encuentro diario.
Antes de despedir cada día.
Pensando en lo afortunados que éramos al seguir compartiendo, contigo, todos estos renglones de vida que nos vienes regalando.
Y dejando, en cada fecha, una nueva primera vez entre nosotros.
Al igual que hoy, que todo vuelve a ser como que al principio