De esos afectos raros e inconsistentes que muchas personas confunden con el amor filial. No, tampoco hubiera dado mi vida por él, pero, si me hubiera llamado en sus últimas horas, hubiera ido a verlo. Pero, fue egoísta hasta en eso. Prefirió acompañarse de su segunda esposa, aquella mujer frutal, entrada en carnes de nombre Nazira.
En la última época la ví un par de veces, cuando coincidimos en el zoco. Sus ojos pardos de gata reflejaban hipocresía y sumisión. No lo amaba a mi padre, era simplemente su perro que lo seguía a todas partes y soportaba sus miserias, aportandole las propias, supongo.
Tengo unos treinta y ocho años, mas o menos. La verdad es que hace mucho tiempo que no llevo la cuenta, ni me interesan mucho los aniversarios. Son como la reiteración de una promesa desgastada de año en año. Para qué? No los entiendo y no me complico la vida con ello.
No me he casado aún (es una forma de decir que no me casaré jamás); eso es un pecado gigante que no me lo perdonan ninguno de mis escasos parientes, tal vez porque yo no les perdono el haberse intentado meter en mi vida.