"Debería ser el divino placer, como proclamó Horacio, el guía de la vida. Debería ser el sexo y no la codicia la fuerza generatriz del mundo. En su poesía al mismo tiempo germinativa y abisal, racionalista y salvaje, pagana y mística, Marina, como un ángel tutelar que nos contemplara esperanzado, sabe pulsar el dolor angustioso del deseo incumplido y el dolor indefinible del deseo satisfecho, la ternura y la depredación, la alegría y la nostalgia, los celos y las decepciones, el temblor a deshora y la soledad inesperada, el ímpetu y las súplicas. Todas las sensuales pulsiones de la especie se sustancian en este libro, en esta joyita de fascinante, de espumoso y sin embargo preciso erotismo, en estos sobresalientes poemas, encendidos, vulnerables, de una elegancia prístina y arrebatadora, capaces de disipar la vulgaridad y la pesadumbre como el sol disipa las sombras." Ángel Olgoso