Este libro prueba, más allá de toda duda razonable, que Jesús es Dios.
Aquel personaje histórico, que vivió en tiempos del emperador Augusto y fue condenado a morir en la cruz por el procurador Poncio Pilato, no sólo era un hombre sino también Dios que, además de la naturaleza humana como la nuestra, tenía una Naturaleza Divina dotada de otras habilidades y potencias.
Al leer este libro sin prejuicios a priori, no cabe más que llegar a la misma conclusión que el autor incluso partiendo de ser agnóstico:
Jesús es Dios porque, en su último día, en la cruz en
tres horas
pronunció
siete frases.