En tropel consonante viene el verso mordiendo el insomnio. La noche, cómplice de la pluma, rasga con deseo temible la beldad dilatada del tiempo en tu cuerpo. Ruedan las palabras y se enciende la voz interior que domina el trazo. Soy un laberinto de recuerdos sembrado en la estrella blanca, donde los siglos viajan desde tu cuello hasta mis ojos. Persigo el sueño de abrazar el universo en estas páginas libres de ti, encarceladas en mí.