Un monstruo vaga a su antojo por el Reino de Teutaria, y todo lo que el Errante puede hacer es seguirle la pista. Por suerte o por desgracia, el rastro de sangre y muerte que deja a su paso es difícil de perder.
Teutaria se desmorona. La Iglesia de la Segunda Luna se vuelve más salvaje, los Incrédulos se refugian en las sombras. Y, pese a todo, las figuras más poderosas del país continúan librando una guerra sin aparente sentido.
Por otro lado, en el desolado oeste del reino, Cilla hace lo que puede para sostener a las personas que más le importan, pero todo parece ponerse en su contra incluidas esas mismas personas. Las circunstancias la obligan a tomar decisiones desesperadas.