estas páginas son nomás el faro aludido en la metáfora dorsiana. Las luces y los apagones que de ellas brotan, tienen la métrica y el compás de forma y de contenido- para que si uno le ha hecho caso a Nuestro Señor y se ha lanzado a navegar en alta mar, no se estrelle contra ningún peñasco ni encalle en un acantilado, ni acabe de náufrago en la Isla de Soqotra o en la bahía de Sulawesi. Si es diestro de alma, eso sí, puede llegar a Jauja, como llegó el Padre Leonardo Castellani. Y quedarse a morar allí porque encontró al fin el alma de un hermano. Lo que no es poca cosa en el fatal hundimiento en que nos hallamos (del Prólogo).