Pelos en la bañera. Pelos en la ropa. Pelos en la almohada, por la cama, pelos en las manos de mi hija. Pelos en el suelo, pelos de gato, de perro, y los míos. Puedo estar días y días sin lavarme el pelo solo por no verlos caer, por no sentirlos en mi hombro, por los brazos, pegados en el cuerpo, en el suelo de la bañera, una sensación asquerosa y vacía. Decidí contar mi historia por necesidad. Por la necesidad de soltar toda esta vivencia, despojarme de ella y compartir mi proceso, tanto el del derribo como el de la reconstrucción. A la vez, contar desde la perspectiva de mujer cómo es vivir con una calva a cuestas. Y cómo la sociedad, el sistema, nos trata por sufrir esta condición. Cómo nos etiqueta, nos anula, nos atemoriza y nos señala con el dedo. Hablemos del sexismo por los pelos.