Cerrar las puertas de nuestra casa no siempre nos pone a salvo del peligro. A veces nos deja a solas con el. La indefension se exacerba cuando la amenaza proviene de quien menos lo esperamos. Las interrogantes de siempre que hacer?, donde encontrar ayuda? ya no tienen cabida. Las victimas de Las lluvias de Estocolmo aprenderan, de la peor manera, que hay preguntas que tienen una sola respuesta y que no vale la pena ser formuladas. Ni la familia ni Dios habran de ayudarles. Tendran que enfrentar, a su modo, la violencia fisica, sexual y psicologica que emana a diario desde cada rincon de su hogar para hallar la manera de sobrevivir a una existencia que dista mucho de llamarse vida. En situaciones extremas, la amistad y el amor trascienden su valor sentimental y se convierten en valvula de escape. Cuando no hay de donde asirse, una rata o una historia lejana pueden ser las mejores opciones. Eso, si antes el cielo no se rompe y la lluvia arrastra sangres y traumas.