Han transcurrido ocho meses desde los acontecimientos narrados en Una Noche A Muerte, y nuestro protagonista vive un espejismo de felicidad, que quizás no se merece. Toda esa existencia se verá zarandeada, por unas circunstancias tan inútiles como evitables. Como si de un remolino en aguas turbulentas se tratara, él y sus amigos se verán succionados hacia el interior del infierno, cambiando sus vidas para siempre. Mañana Puede Ser Nunca es un blues agónico, que en doce compases, nos llevará por un viaje a la Barcelona de 1987, mostrándonos dos mundos muy diferentes, que conviven arropados por la distancia. El de la opulencia, el lujo, la hipocresía y crueldad, contrastando con el de la escasez, penuria y clandestinidad. El primero, cerca de las alturas, resiste en el skyline de la ciudad, dominando y machacando al segundo, a nivel del mar, que a base de extorsión, varapalos y persecución, queremos creer que subsiste en el subsuelo de una urbe cada vez más inhumana.
El autor refleja en estas páginas la lucha de clases y sin intentar sermones de moralidad, nos muestra la crueldad de la contienda, para que nosotros mismos nos posicionemos, donde mejor encajar. Autos de lujo, alta burguesía, sociedades secretas, estamentos dominantes, barrios marginales, personajes detestables, rateros, moros, prostitutas, culeros y travestis, bañados en acontecimientos históricos, que sacuden la trama caprichosamente. Nada es lo que parece, pero todo lo que parece, es la cruel realidad.