Este venturoso siglo de las luces y de la civilización, en que fue voluntad de Dios hacerme nacer, juzgará que al escribir el presente libro no he tenido más objeto que el de una lucrativa especulación. El nombre de MARÍA, impreso en su primera hoja, y el sagrado asunto de su divina historia esparcido por las siguientes, juzgará que es sólo el cebo de que he discurrido servirme para explotar la devoción del pueblo católico de nuestra España; pero el siglo de las luces y de la civilización, a pesar de estos títulos que él mismo se aplica, y de los cuales quiera Dios que no sea ignominiosamente despojado por las edades venideras, se equivoca completamente...