Las costumbres y usos de nuestros tiempos han convertido la novela, que antaño fue mero pasatiempo y solaz, en una necesidad: todo el mundo lee, o quiere leer algo que llene los vacíos de los ocios domésticos, o las treguas del trabajo. Pero no todas las novelas son aceptables. La novela, como todo lo humano, es bipolar, y consiguientemente de bien y mal susceptible. Si una novela buena es un beneficio, una mala o perniciosa es más que un daño. Nuestra librería nacional carece en general de libros bien escritos e interesantes que puedan ir a manos de todo el mundo; las casas editoriales españolas no se ocupan en traducir más que las novelas de escándalo, vulgo: sensación. ¡Que hasta ese grado de incapacidad moral hemos llegado! Y si a alguien se le ocurre publicar alguna obra inofensiva, suele ser elegida con tan mal tino, que es las más de las veces insulsa y anodina, y su falta de interés coopera al falso descrédito de las obras buenas