«Siempre que volaba me ponia pensativa, y aquel dia en particular me conmovieron la belleza del paisaje y su libertad. A que lugar pertenecia yo, ahora? Conclui que a ninguno, que habia formado mi propio continente.» Basta con tener flores silvestres, la falda del vestido como paracaidas, la luna llena a fin de mes y una reserva donde banarse en verano?, se pregunta Luisa, mientras apoya su cuerpo sobre el barrote del barco. Corre 1930 y ella no sabe que su nuevo destino sera arrastrado por un periodo oscuro, y que no es la tierra de anhelos sobre la que tanto ha leido. Se asienta en una pension de inmigrantes y, mientras el tiempo transcurre en las cuadras del Lower East Side, tiene que aprender a hacerse cargo de sus actos y de lo que habia llamado suenos. Entre la desesperacion y la soledad, Luisa evoca su paso por el amor, la herencia de un padre que la alimento de historias, su pasion por los viajes, la distancia con la patria madre y las razones que la llevaron a elegir una vida lejos de su familia. De pronto, Manhattan se transforma en el lugar donde recuerda y tambien la ciudad donde olvida.