Es el infinito de la lengua como gestación, como alusión a la palabra poética que excede, que es continuidad ininterrumpida de lo que se quisiera alcanzar de lo inalcanzable, de lo inasible del lenguaje. Lo convocante del espacio poético que escapa, entre palabra y palabra, entre línea y línea, y continúa un itinerario de símbolos que instalan el decir de lo indecible. Es la prolongación infinita, ese "aún no todavía" de la imposible muerte, de la que habla Levinas, que convoca a un oscuro laberinto de criaturas animadas, de formas poéticas que exceden al poema, y son destellos en su luminosa oscuridad. Así, en su invocación a la noche, a la existencia, arroja el pensamiento a la devastación de la conciencia. Continua aparición de lo que jamás será nombrado en el habla común, en el decir del lenguaje cotidiano, que solo es capaz de vislumbrarse en su gesta inconsciente.