Sueños imposibles

En el siglo XII, la Cristiandad bullía de fervor religioso, las peregrinaciones a los Santos Lugares estaban en su apogeo y la idea de las Cruzadas vivía en el corazón aventurero de los caballeros medievales. La partida de ajedrez se desarrolla bajo la amenaza constante de una Cruzada contra los albigenses que distorsiona el desenlace del choque. Mientras tanto, las piezas del tablero amagan, intrigan, traicionan, bloquean hasta que aparece un casus belli que obliga al Papa Inocencio III a bendecir la Cruzada contra los herejes cátaros y que pone bajo la autoridad militar de los Capetos parisinos. Tras las Navas de Tolosa en 1212, donde se conjura el peligro almohade, el rey Pedro se cubre de gloria, se convierte en el paladín de la Cristiandad y Aragón en primera potencia militar. Es entonces cuando decide el órdago que realice el sueño de formar la Gran Corona de Aragón que abarque los territorios peninsulares y el arco mediterráneo desde Niza, Montpellier, Marsella hasta Tolosa. Quiere también que, aunque dependiendo del vasallaje de Aragón, Occitania sea un estado bajo la protección de la Orden del Temple. Todo parece a su favor, pero todo se frustra en Muret, en septiembre de 1213. Allí se cercenaron las aspiraciones liberadoras de una tierra irredenta, allí murió el sueño expansionista de una Gran Corona de Aragón, allí se perdieron las esperanzas de un estado templario potente, innovador y reformista.

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