Sentimos la percepción del bien y del mal casi de inmediato, a través de la llegada de una enfermedad, donde el médico al examinarnos y conocer nuestro estado de salud nos hace algunas preguntas:
Cómo te sientes? Dónde le duele? Puedes levantarte y caminar? Te da vueltas la cabeza? Sientes vómitos? Fuiste al baño? Qué pastillas tomaste? Tienes fiebre? Esto es sólo para simplificar.
Puede que sea sólo una advertencia estúpida, pero mentalmente construimos en nuestra mente la posibilidad de rastrearla hasta algo más grave, el hábito que también nos traslada a otros estados de salud anteriores, al plano físico, mental, moral, sentimental, emocional. condición, que nos permite expresar y demostrar cómo somos, y el estado variable actual sobre las capacidades.
Nuestros órganos nos dan la oportunidad de advertir a tiempo las funciones activas o pasivas, bajas o altas, en desempeño o deficientes, y muchas veces un síntoma negativo es una señal de alarma de algo que debe ser inmediatamente controlado y prevenido en el tratamiento.
El cerebro y el corazón son los únicos órganos fundamentales que no causan dolor, muchas veces son zonas adyacentes que duelen, pero no a ellos, y en sus funciones tenemos la medida de cuál es nuestro estado, y si los parámetros son satisfactorios o preocupantes. .
Todos los bienes materiales, las cosas o los animales mismos, representan una condición manejable, donde es fácil tomar decisiones, pero el hombre es complejo con muchas variaciones y una cosa que no es reemplazable: el Amor en todo.
Las personas con las que tratamos cada día nos dan lo dulce y lo amargo, las amamos y las odiamos, queremos verlas y no verlas, saber de ellas o ignorarlas, pero al final basta con tener una Buen grado de tolerancia y aceptación.
No podía faltar una mención a la parte espiritual, y mi mente me transporta a Bolivia, hace algunas décadas.
Me encontraba dentro de una sede Misionera, en las afueras de la ciudad de Oruro, en su Departamento, cuando un Fraile Franciscano preguntó, durante la misa, a cien fieles si creían en DIOS, y el coro se levantó al unísono con la dramática afirmación del sí.
Y luego, después de un tiempo, vino la segunda pregunta sobre si creían en la existencia del Diablo y todos guardaron silencio, como queriendo esconderse, queriendo negarse a sí mismos, porque sabían que él representaba el mal.
Se creó una situación de confusión y pequeñas discusiones entre los fieles, cuando el fraile concluyó que, si creían en el bien, se verían obligados a creer en la existencia del mal y del diablo.
Todos se miraron un poco, y buscaron una señal de consenso entre ellos, y el Fraile declaró terminada la misa y los invitó a salir, porque decía que en el camino de cada uno encontrarían el mal, Bastaba con tener la atención y la fuerza adecuada para poder reconocerlo.