Siguiendo una antigua tradición literaria, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), la famosa novela de la escritora romántica inglesa Mary Shelley, recrea una idea que los sueños individuales de los hombres y los mitos colectivos siempre habían vindicado: la posibilidad de dar vida a un ser humano desde la materia inerte como Dios dio vida a Adán desde el barro. Sin embargo, por primera vez en la historia, la novela de Mary Shelley no remitía a los viejos mitos de creación (Adán, Prometeo, el Golem, los seres creados por los dioses herreros de las mitologías africanas, etc.), sino a la técnica y el progreso, nuevos dioses de Occidente. Los sucesores del Dr. Frankenstein recorrerán el largo camino que va de la imaginación a la ciencia, de la fabricación de hombres simulados (autómatas, títeres, robots, etc.) a la fabricación de hombres reales, de la primera cirugía protésica a los cyborgs y la biogenética, de la automática a los ordenadores, del alma a la inteligencia artificial. Teoría e historia del hombre artificial rastrea la idea de la creación del hombre a través de la historia cultural; primero a través de los mitos, las religiones, el folclore y los materialistas de la Antigüedad clásica; posteriormente a través de la filosofía, la literatura, el arte, el cine y la misma ciencia. Qué responsabilidades tiene la ciencia ante la posibilidad, hoy real, de crear seres humanos? Llegará el día en que los hijos poshumanos de la técnica puedan llegar a negar su parentesco biológico con los hombres nacidos del azar genético? Y qué consecuencias tendrá esa negación? Tales son las preguntas que hoy están encima de la mesa de los poderosos gestores de la biopolítica.