Quienes la construyeron tenían grandes ínfulas de señorio. Sus muebles eran más bien modernos y dentro de un estilo menos conservador. Esa era la casona, pero más importante que su arquitectura era quienes la habitamos.
Mi padre cuenta que cuando se hizo cargo de ella, habitaba sólo el primer piso. Poco a poco la fue amoblando. Fue mi madre la que trajo los muebles de la casa de su padre. De ese modo poco a poco, deshechando y ampliando ambientes y muebles, sus habitantes ale dieron el aspecto respetable que ahora tiene y que es el orgullo de mi padre. Él la considera un patrimonio histórico familiar y sus colegas lo creen así. Allá ellos.
Cuando recuerdo al viejo Jean Claude siempre acude a mi memoria la anécdota más contada y más emblemática de su figura y su carácter. Permítanme que la ponga como una introduccióm a este relato sobre parte de su vida.