Tomado por el Motorista Tatuado

Los ciclistas se acercaron a nosotros cuando estábamos acampando naturistas.

Se veían aterradores y feroces, pero resultaron ser tan amigables como ositos de peluche y tan lindos como gatitos.

No eran una de esas pandillas de motociclistas fuera de la ley que aparecen en los titulares de las noticias; eran un grupo de entusiastas nudistas que también disfrutaban de algo rápido y potente palpitando entre sus muslos.

Una breve historia erótica de aproximadamente 3000 palabras.

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El problema para mí era que muchos de los moteros estaban tan calientes como croissants de chocolate recién salidos del horno e igual de dulces.

Cuando no estaban vestidos de cuero negro, eran músculos sobre músculos, abdominales ondulantes y todo ello entintado con imágenes de colores, motivos tribales y escritura simple.

Quería mirarlos fijamente, pero sabía que era de mala educación. Quería acercarme y estudiar la tinta, y quería examinar algo más que los tatuajes.

También me llamaron la atención las joyas que adornaban sus cuerpos.

Para una adolescente cachonda como yo, los moteros eran sexo con patas. Parecían dioses y coqueteaban como demonios. Si alguno de ellos enviaba una invitación abierta a su cama, yo iba.

Debería ser más exigente, pero sólo se vive una vez.

Y si no puedes ser exigente, entonces sé discreto.

La discreción es difícil en una tienda de campaña en medio de un campo de acampada concurrido. Yo estaba con mi familia numerosa, pero a los dieciocho años tenía edad suficiente para tener mi propia tienda y no tenía por qué dormir en la autocaravana de mis padres.

Cuando una voz masculina susurró fuera de mi tienda por la noche y me preguntó si me apetecía dar un paseo a la luz de la luna hasta el lago, salí por la puerta antes de darme cuenta de quién era.

Y emocionado al descubrir que la voz pertenecía a Logan.

Olía bien y me excitaba.

No tenía motivos para sentirme culpable.

Qué preguntó?

Vendrás conmigo?

Eso era todo. Quería ir con él más de lo que él sabía.

Era soltera y lo bastante mayor. Si quería hacer cosas junto al lago o en el bosque que teníamos que pasar de camino a la orilla del agua con un desconocido, entonces podía tomar esa decisión.

"Quieres venir conmigo?", repitió.

No llevaba nada en la parte superior del cuerpo, salvo un vaquero sin mangas y sin camiseta. Tatuajes tribales serpenteaban alrededor de sus dos brazos. Sus abdominales de tabla de lavar y los pequeños aros plateados que atravesaban sus pezones estaban a la vista, pero unos vaqueros azules cubrían sus piernas. Debió de pensar que hacía frío en la oscuridad.

Mis pezones se endurecían bajo el aire fresco de la noche, pero él seguía mirándome a la cara.

No es raro que los nudistas lleven ropa cuando es práctico; mucha gente cree que nos quedamos desnudos haga el tiempo que haga, pero no estamos locos.

"Dame un minuto". Entré corriendo y me puse un vestido largo, calcetines gruesos y zapatos cómodos.

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